Peseta Street Journal

La calle del Espejo

La calle del Espejo fue fundada en el siglo XVII y se ubica en pleno casco histórico de la ciudad cerca de la Plaza Ópera, entre la calle de Santiago y la de la Independencia. Esta se encuentra en el distrito Centro de la capital y cerca de ella se encuentra la calle del Lazo y la del Conde de Lemos. Entre los siglos IX y XII esta calle era conocida como la calle de la Atalaya o calle del Espejo, que por esos tiempos se llamaba calle del “speculum” que deriva del latín. Actualmente se desconoce el porqué del primer nombre. Se dijo que se debería de haber quedado ese nombre, ya que por aquel entonces al lado de esta calle había una atalaya en la reconquista cristiana de Madrid y ningún espejo. Pero al final se quedó este nombre por una mala traducción entre “speculum” y ”specula”, en latín atalaya. Por este error tan insignificante ha quedado un azulejo a modo de placa en la que se ve el espejo. En su origen, por esta pequeña callejuela del antiguo barrio de Palacio corría la muralla del Madrid morisco. Cuentan que Ramiro II de León, primer conquistador cristiano conocido, abandonó esta plaza al no tener guarnición para defenderla o simplemente porque una vez saqueada, ya no merecía la pena conservarla. Más tarde, en 1810, esta calle sufrió una operación de limpieza y expansión urbanística que supuso el derribo de varios edificios. También experimentó el deseado capricho del rey Felón, que ilusionó a la población con hacer una plaza circular con un coliseo en la parte central, pero al final cambió de idea y se quedó todo a medias y tuvo que tirarse abajo. Al final se construyeron varias manzanas de casas entre la iglesia de Santiago y la calle del Espejo, con calles que formaban figuras simétricas que resultaron ser poco transitadas. Esta calle tuvo mucha influencia en la época de la Reconquista cristiana contra los musulmanes. Cuando los cristianos consiguieron conquistar la ciudad, Alfonso VII de Castilla inició las obras de esta gran muralla. A principios del siglo XIII la muralla aún no estaba concluida tal y como se reconoce. Diferentes documentos municipales hacen pensar que pudo finalizar en la segunda década del siglo XIII. Esta desempeñó una función defensiva tras la Reconquista. Finalmente, fue derribada en el siglo XVI con la designación de la ciudad como capital de España. En definitiva, esta es una calle céntrica de Madrid con mucha historia, con edificios importantes en la que vivieron y por los que pasaron muchas personalidades del Madrid morisco y de la Reconquista. Una calle con mucha vida.   Iván Hernández Casañas – 2º ESO

Diario de Margarita Salas

8 de mayo de 1958 Dentro de poco tendré que elegir mi carrera para la universidad. Pese a que no me gustan las matemáticas,  padre y madre me han impulsado toda mi vida a ser bioquímica. Sus sueños siempre han sido verme con una bata de laboratorio estudiando la carrera que siempre quisieron tener. Creo que les haré caso.  3 de abril de 1959 Qué desgracia. La bioquímica podría estar mejor, pese a que me lo esperaba más aburrido. Además, uno de mis profesores, Alberto Sols, reprende toda su ira contra las mujeres de la sala diciendo que lo único que hacen es estorbar. No trata de ocultar su egoísmo y machismo. Él Recompensa a los hombres por ser hombres y crítica a las mujeres por ser mujeres. Cada vez quedan menos mujeres en esta carrera, pero yo no dejaré que me arruine esta experiencia y seguiré estudiando. 23 de enero de 1960 ¡La bioquímica es espléndida! No me esperaba tanta belleza en una carrera como esta. ¡El alumnado tiene una inteligencia que sobrepasa todas mis expectativas! Definitivamente, me quedaré en esta carrera.  17 de mayo de 1963 ¡Qué emoción! La suave brisa alargaba mi velo mientras uno de los mejores días de mi vida pasaba a través de mis ojos, ¡no me lo podía creer! Delante de mí tenía a mi mi amor verdadero. Su traje a medida le quedaba a la perfección y sus ojos brillaban como el sol. Sin duda, es el mejor marido. Oh, Eladio Viñuela, ¡qué enamorada me tienes! Y, por si fuera poco, ¡he obtenido mi doctorado en la Complutense! Me he esforzado mucho para conseguir este momento. 27 de agosto 1964 Mañana partiré hacia el este, a tierras muy lejanas, con mi querido mentor Severo Ochoa. Siento un vacío en mi corazón sabiendo que estaré lejos de mi amor por mucho tiempo, qué tristeza. Mis deseos son que la investigación termine pronto para que pueda estar presente a su lado. 19 de octubre 1967 Mi viaje a Nueva York ha sido magnífico y la belleza que desprende el lugar es impresionante y los neoyorquinos son muy amables. Pese a que viajar es un camino duro, merece la pena moverse de tu país natal Además, mis investigaciones allí me han enseñado muchas cosas sobre la bioquímica. Pese a que me ha encantado estar allí, me ha costado mucho estar sin mi amor verdadero, Eladio Viñuelas, ¡y nos hemos escrito muchas cartas! Me encanta volver a estar a su lado. 7 de septiembre de 1968 ¡Me han contratado! Llevo mucho tiempo practicando para poder trabajar en este sitio, ¡voy a trabajar en la Complutense! Aparte de que me parece una universidad espléndida, es mi antigua escuela y la nostalgia llena mi corazón. Empiezo mañana, ¡qué emoción! 12 de febrero de 1974 Mi antiguo mentor, Severo Ochoa, me ha contactado. Gracias a su éxito, mi amable mentor  ha podido fundar un centro de Biología Molecular etiquetado como Severo Ochoa. Y, como me dijo que le agradó mucho trabajar conmigo en Nueva York, nos ha invitado a mí y a mi marido a trabajar en su centro. Como tampoco quiero dejar mi trabajo en la Complutense, iré solo por las tardes. 5 de julio 1989 ¡Qué éxito! Tras arduo trabajo, he podido descubrir el ADN del bacteriófago (Phi) 29. ¡Este ha sido un descubrimiento mundial! Además, mi marido Eladio ha salido de la investigación solo para poder tener el reconocimiento que merezco. ¡Qué amable y caballeroso! Nunca lo olvidaré. 20 de junio de 2019 Gracias a todos los que me apoyaron en su momento, me han concedido el premio al Inventor Europeo, ¡qué alegría! Estudiar Bioquímica fue lo mejor que me ha pasado en la vida y, estoy segura de que nada y nadie me va a robar el tiempo que me queda. Alicia Anguita – 2ºESO

Una historia de la calle del Pez

Alrededor de quinientas mil personas se mueven por la calle del Pez, y todo esto sin pararse a pensar qué historia oculta hay, qué significado tiene su nombre… Si nos ponemos a atar cabos, nos podemos dar cuenta de que los nombres de estos pasos por los cuales andamos habitualmente, se deben a sus leyendas o historias que cinco personas de las quinientas mil que pasan, conocen. Lo primero de todo, su localización. La calle del Pez es un estrecho paso situado en el barrio de Universidad. En esta calle hay dos tramos, uno de ellos es el tramo de la calle del Pez, que desciende desde la Corredera Baja de San Pablo hasta el cruce con la calle de las Pozas y el otro recibe el nombre de la calle de la Fuente del Cura, que parte desde el cruce mencionado antes, hasta el ensanchamiento de la calle de San Bernardo. Su numeración comienza en el número uno y finaliza en el cuarenta y cuatro.  Puesto que tiene una leyenda, hay que remontarse al S.XVII, cuando Juan Coronel compró una finca con una fuente en la que anteriormente habían sucedido terribles desgracias. Construyó una casa en el terreno. Su hija Blanca jugaba con los peces de la fuente, pero por culpa de las obras, esta se fue contaminando y con el paso del tiempo, los peces se morían. Cuando solo quedaba uno, Blanca lo cogió con el objetivo de cuidarlo hasta que la fuente volviera a estar en perfectas condiciones. El pez murió a los pocos días de cogerlo y esto a Blanca la entristeció. Su padre mandó construir en honor al pez un grabado de piedra con su forma que ponía ‘’Casa del pez’’, que se encuentra en el chaflán del número veinte de la calle. Hoy en día, se encuentran en esa misma calle el pez y bares que reciben el nombre de la frase tallada en el pez de piedra por la leyenda. Además, en el número 12, hay un cine castizo construido en  1948 llamado ‘’El cine Pez’’. En 1960, se convirtió en el Teatro Alfil, quitando importancia a la leyenda de esa calle que pocas personas conocen. Las calles son como libros, repletas de historias preparadas para descubrir. Si nos paramos a pensar, hay monumentos muy famosos de los cuales conocemos su historia y que mucha gente se interesa por. ¿Por qué con las calles no puede pasar lo mismo? ¿Acaso importan menos? A pesar de todas esas preguntas hay una muy importante: ¿Qué historias ocultan las calles de las que vives rodeado? Pues seguro que unas muy interesantes de las que poca gente se ha percatado. Alejandra Vicente – 2º ESO

Con ojos de colores

Cuentan que hace un tiempo, en un lugar lejano, nació un niño llamado Samuel. Parecía un niño bastante normal: era alto, moreno y fuerte. Le gustaba montar en bicicleta, hacía sus deberes, con alguna dificultad, y también tenía amigos con los que jugaba muy a menudo… Y aunque este chico había nacido para hacer grandes cosas, había algo en él que no se lo permitiría: el color de sus ojos no le gustaba. Por eso le resultaba sencillo esconder su ojo verde con una lentilla y así todo el mundo miraba sus bonitos ojos azules. Además de tener los ojos de diferente color, nuestro protagonista escondía algo que nadie sabía: no podía controlarse. Ocho años después, en un edificio de cinco pisos, se despierta un chico con un ojo verde como un bosque lluvioso y otro azul como los océanos. Este chico desea ir al colegio. Cada mañana podría preguntarse cuándo empezó a convertirse en lo que se ha convertido, pero no lo hace. En cambio, cuando se levanta, lo primero en lo que piensa es en a quién podrá pegar ese día. Despreocupado, mete en la mochila un bolígrafo, una hoja y se pone una lentilla en su ojo verde antes de salir de la habitación. Yendo hacia el colegio se pregunta a sí mismo si hoy algo será diferente, porque normalmente, sus días pasan de la misma manera: va al colegio, molesta a alguien, sale del colegio, queda con amigos para darle una paliza al gafotas, al rarito, a la fea… Pero, casualmente, ese día no empezó como cualquier otro. Al llegar a clase, el profesor presentó a una nueva alumna: -Ella es Noa y es vuestra nueva compañera de clase- dijo el profesor. Noa era de baja estatura, llevaba un lazo precioso sobre el pelo color ceniza, sujetaba un bonito bastón morado y tenía unos ojos muy peculiares, pues eran tan grises como las nubes en un día de lluvia. Pasaron unos segundos en los que a sus nuevos compañeros les dio tiempo a fijarse en su particularidad y, como siempre, empezaron las risas y los cuchicheos. -Chicos, por favor, tratarla bien y acompañarla a su sitio, allí, al lado de Samuel – dijo el profesor con un aire enfadado. Alguien cogió a Noa del brazo, la guió hasta su pupitre y la clase empezó. Ella siempre presta atención, pero ese día decidió hablar con su compañero de al lado. – Hola. ¿Cómo estás? – le dijo Noa con una sonrisa. -No te interesa, cegata- respondió Samuel disfrutando del insulto. A Noa se le borró la sonrisa de la cara, pero al fin y al cabo, estaba acostumbrada a que le insultaran. -Noa tocó la mesa con sus manos y advirtió que Samuel no había sacado ni el cuaderno. A continuación, le dijo: – ¿Quieres que te ayude con el primer ejercicio? – Samuel se quedó atónito. Nunca, alguien, después de haber recibido uno de sus insultos había sido amable con él. Así que pensó que un solo insulto no era suficiente para molestarla, por lo que siguió burlándose de ella durante el resto de la clase. Cuando acabó la clase, pasó algo inesperado. El profesor, consciente de lo ocurrido, pidió a los dos chicos que le acompañaran al pasillo porque quería decirles algo muy importante: -Bueno chicos, os he llamado porque he tenido una gran idea. Me gustaría quem trabajaseis juntos: Samuel, tú ayudaras a Noa a adaptarse y tú, Noa, ayudarás a Samuel a mejorar sus notas – contó el profesor muy emocionado. Samuel pensó que sería genial tener una víctima fácil tan cerca…, aunque parecía que con ella, sus insultos no hacían el mismo efecto. Noa pensó que sería genial porque ella sabía que Samuel necesitaba mucha ayuda y ella podía dársela. – Me parece muy buena idea, podemos quedar por las tardes en la puerta del colegio y así nos vamos ayudando- exclamó una Noa muy emocionada. -Vale…-respondió Samuel. Pasaron los días y todo parecía ir según lo previsto. Samuel enseñaba el colegio a Noa y ella le ayudaba a él más de lo que pensaba. El chico seguía metiéndose en peleas y juzgando a las personas por su físico… Pero, inesperadamente, Samuel cada semana, era más amable con Noa. Mientras tanto Noa, esperaba el momento perfecto para hablar con él sobre algo muy importante, y debía ser pronto, porque cada vez le quedaba menos tiempo para intentar cambiarle la vida. Y ese momento llegó: -Samuel, me gustaría hablar contigo sobre algo muy importante- dijo ella con una débil sonrisa. Samuel miró a Noa y dijo: -Vale, dime…-contestó impresionado. -Bueno, creo que somos amigos y entenderás que quiero ayudarte. Puede que te enfades conmigo al decirte esto, pero me da igual, yo lo que quiero es que reflexiones… Tienes que aprender a controlarte, no puedes seguir juzgando y pegando a los demás. Yo no puedo fijarme en las apariencias porque…, bueno, soy ciega. Pero tú sí y tienes que dejar de hacerlo. – dijo la chica conteniendo la respiración. De repente, el mundo se paró para un chico y en un segundo pasaron cientos de cosas: una chica cae al suelo porque una enfermedad de la que nadie se había enterado que tenía, puede con ella. Un chico no puede parar de pensar en lo que le ha dicho alguien muy importante para él, pero a la vez no puede parar de gritar porque esa persona se ha caído en sus brazos. Se oyen gritos, la sirena de una ambulancia… Nueve años después, en una casa de color azul y verde, vive un chico que no tiene miedo a mostrar quien es verdaderamente, que no tiene miedo a mostrar su precioso ojo verde. Un chico a quien hace nueve años una chica le enseñó a ver la vida de otra manera: con ojos de colores. Lucía Mª Peinado García – 1º ESO

La última llave

En estos momentos estoy corriendo a una velocidad que ni yo imaginaba qué pudiese correr. Por detrás dos figuras altas e imponentes me perseguían con rostros sombríos. Me dirijo hacia la Biblioteca Classense de Ravenna, allí encontraré todas las respuestas qué busco. Miro atrás y me percato de que las figuras están cada vez más cerca de mí. Cinco metros, tres metros… Tres días antes en el aeropuerto de Roma mi móvil sonó, un número con un prefijo estadounidense que nunca antes había visto. Estuve a punto de no cogerlo pero al final me convencí de que al menos podría escuchar las primeras palabras de la conversación. Cuando contesté, una voz profunda y pausada con un fuerte acento de la costa oeste me saludó. -¿Es usted Marco Ricci?- -¿Quién lo pregunta?- respondí desconfiado. -Mi nombre no importa. Lo que importa es que he encontrado algo…algo que podría cambiarlo todo. Un manuscrito antiguo, olvidado en las bóvedas de una biblioteca, escrito en una lengua que pocos entienden. Creo que usted puede ayudarme a descifrarlo. Estuve a punto de colgar, sonaba una de esas historias que solo buscan robar tu tiempo o tu dinero. Pero entonces la voz pronuncio un nombre que me dejó helado. -La biblioteca Classense de Ravenna tiene lo que buscas.- Ese nombre me resultaba inquietantemente familiar. Sabía que en esa biblioteca se guardaban textos prohibidos, historias antiguas y secretos que nunca tomé en serio… hasta ahora. -¿Cómo consiguió este número?- pregunté con voz trémula. Hubo un breve silencio y luego la voz respondió: -Sabemos más de lo que crees. Ravenna, dos días. No falte. La llamada se cortó antes de que pudiera reaccionar, y me quedé mirando el móvil sin comprender lo que acababa de ocurrir. Esa misma noche, en una pequeña cafetería cerca del Panteón en Roma, revisaba algunos libros de historia y notas, intentando encontrarle el sentido a la llamada. Fue entonces cuando una figura encapuchada se sentó frente a mí sin decir nada dejando sobre la mesa un sobre de cuero desgastado, sellado con cera roja. Inmediatamente después la figura desapareció en la penumbra. Con curiosidad y con una creciente sensación de peligro, abrí el sobre y encontré un fragmento de un pergamino antiguo con letras enigmáticas. Estaba escrito en una lengua que nunca había visto y, sorprendentemente, el pergamino parecía irradiar un suave calor. En el borde había una inscripción casi ilegible pero lograba distinguir una palabra: “Classense”. Fue ese fragmento, ese pedazo de misterio en mis manos, el que me condujo hasta Ravenna, como si el pergamino tuviese vida propia. Y ahora mientras corro hacía la biblioteca con las figuras pisándome los talones, aprieto el fragmento en mi bolsillo. Finalmente alcanzó las grandes puertas y sin detenerme a admirarlas, las empujo con todas mis fuerzas. El aire denso y frío del interior me envuelve, y mis pasos resuenan en la penumbra entre estantes antiguos. No hay nadie, miro a mi alrededor y me percato que hay dos antiquísimos globos terráqueos pero no puedo detenerme. ¿Dónde está la persona que debía esperarme? Las sombras parecen alargarse a mi alrededor, el eco de mi respiración es lo único que escucho mientras trato de detener el ritmo frenético de mi corazón. Las figuras han entrado también, avanzan despacio como si supieran que ya no tengo escapatoria, que ya nada puede salvarme. Desesperado saco el fragmento del pergamino del bolsillo, preguntándome qué habría pasado si nunca hubiera cogido el teléfono. Examino el fragmento con cuidado y me percato de que las letras se están moviendo por la superficie del papel como intentando decirme algo. Entonces lo siento, algo detrás de mí. Me doy la vuelta y me encuentro cara a cara con un anciano mirándome con un rostro severo. -Has venido- dice con una voz profunda- Has traído lo que nunca debiste tocar- Intento explicarle que yo no quería coger el pergamino, que vino a mí como un imán. Pero en cambio señalo a las figuras y murmuro:  -Ellos lo quieren- El anciano asiente sin mostrar sorpresa alguna. -Lo sé. Tú no eres al único al que han perseguido pero si te acercas a esas puertas quizás seas el último. Miro hacia donde ha señalado y me percato de que hay unas puertas de madera oscura con unos símbolos que parecen brillar débilmente. -Marco, el pergamino que tienes solo es una parte de la verdad, la clave para entenderlo todo está detrás de esa puerta. Es tu decisión si quieres entrar o no pero si decides pasar ya no habrá marcha atrás- me dice el anciano. Me he quedado en blanco, no sé si debería entrar. Puede ser qué no regrese o si lo hago puede que esté muy cambiado. No sé qué hacer pero el tiempo apremia. Unos segundos después me decido. Si no entro puede que esta decisión la tenga que hacer otro. Si tú no puedes cargar un peso sobre tus hombros no lo debería cargar otra persona. -Entraré- le respondo al anciano. Él me mira con una cara que no soy capaz de interpretar. Inmediatamente después abre una de las dos grandes puertas. En ese momento los grabados del pergamino empiezan a refulgir y me impulsan hacia delante, hacia la sala. Echo un vistazo dentro de la habitación y veo que hay un gran tomo con las páginas descoloridas por el tiempo. Coloco el pergamino dentro del libro y sus caracteres se traducen al italiano. Por fin entiendo lo que quería decir el anciano. Todo lo que creía que era cierto o daba por sentado ya no es lo que parece. Este pergamino explica los grandes misterios a los que la humanidad se ha enfrentado han quedado resueltos ante mis ojos, pero no solo veo eso. Hay una presencia que quiere entrar a lo que todos nosotros, las personas llamamos hogar. -No- gritó horrorizado. El anciano me mira con la cara pintada de compresión. Por fin sé lo que planeaba el hombre. Yo no solo soy el que le ha traído el

Mi diario. Madame C.J Walker

 5 de julio 1881 Hoy es el día de mi boda. Me caso con un hombre llamado Moises McWilliams. Aunque no esté enamorada de él, sea muy feo y no quiera tener un matrimonio, hago lo que sea con tal de dejar de recibir los abusos del mal nacido de mi cuñado, el señor Powell. 6 de junio de 1885 ¡Ha sido hoy! ¡Hoy ha nacido mi pequeña Leila! Estoy muy feliz. Es la niña más guapa del mundo. La voy a cuidar y a enseñar todo lo necesario y voy a hacer que tenga una vida feliz, y no voy a permitir que le pase lo mismo que a mí, no se va ha quedar huérfana. 30 de diciembre de 1887 Ayer me mudé a Saint Louis debido a que necesito más dinero para mantener a mi hija. Me han dado un trabajo en una lavandería, donde cobraré un dólar cincuenta y cinco centavos al día. Voy a esforzarme mucho para que mi hija pueda ir a la escuela, pero mientras tanto iré todas las noches a la Iglesia para poder aprender. 1 de febrero de 1888 Estoy cansada de que se me caiga todo el rato el pelo, no puedo más. La semana pasada, visité a mi hermano, el barbero, y me enseñó productos para tratar el cabello, pero yo no me los puedo permitir, así que decidí experimentar, y empecé a mezclar productos y tratamientos pero nada… Un momento, ¿y si pudiera crear un tratamiento capilar especial para los afroamericanos? Eso sería fantástico. Mañana visitaré de nuevo a mi hermano y le preguntaré. 7 de agosto de 1905 Mis productos han sido un éxito, todos lo quieren comprar. De hecho, en unos días me mudo a Denver, Colorado, para seguir vendiendo mis productos allí. Gracias a esto, mi hija está teniendo una buena educación y un gran ejemplo a seguir. 19 de septiembre 1906 Si, lo vuelvo a escribir. Hoy es el día de mi boda, ya es la tercera y sé que esta es la definitiva. He encontrado al mejor hombre del mundo, Charles Joseph Walker, un hombre, que además de ser muy familiar y amoroso, es un publicitario y le ha encantado mi negocio de los productos, incluso me ha ofrecido su ayuda. De hecho, me ha propuesto una idea maravillosa: cambiar el nombre de los productos a Madame C.J Walker, para hacerlos más atractivos. 23 de marzo de 1907 Después de llevar un año viajando por todos lados y haciendo demostraciones de mi fórmula de cuidado capilar hecha en casa (además de peines calientes y una fórmula especial del cepillado para estimular el crecimiento del cabello), se han vuelto tan famosas que hasta he comenzado a contratar a otras mujeres para promover los productos, he incluso se han puesto un nombre “ Las agentes Walker”, me encanta. 7 de enero de 1908 Hoy nos mudamos a Pittsburg, Pensilvania, donde me han dado permiso para abrir un salón de belleza, el cual lo llamaremos “Leila College” . Allí, empezaremos a establecer el “Sistema Walker”, que consistirá en tener una licencia como agente de ventas y emisiones bien pagadas. 27 de mayo de 1919 Escribe ALeila Walker. Hace dos días que mi madre ya no está con nosotros. No sé qué escribir, la echo mucho de menos. He tomado el mando de la empresa, pero sé que no va ha ser lo mismo. Mi madre ha sido un ejemplo a seguir de muchas mujeres de raza negra, y ha sido la primera mujer negra en ser millonaria por sus propios medios, además de ser una filantróloga. Era la mujer más cariñosa del mundo. Estoy muy orgullosa de ella, y sé que en un futuro será muy conocida, ojalá ser como ella. Leire Alba – 2ºESO

El secreto del bosque

Era una soleada mañana de verano cuando un grupo de amigos llamados Martina, Álvaro, Carla y Marcos estaban deseando que llegase la tarde ya que habían quedado para irse a explorar un bosque que había cerca de su pueblo al que nunca habían ido. A medida que pasaban las horas y ya iba llegando el momento de dirigirse al parque, donde habían quedado todos ellos iban preparando una mochila con elementos básicos como: agua, comida, linternas, juegos,…  Cuando ya estaban todos en el parque preparados, decidieron partir hacia el bosque. Tras media hora caminando todos estaban muy cansados pero lo bueno es que también estaban muy emocionados por llegar ya y empezar a explorar.  Pero antes de adentrarse al bosque, Marcos les preguntó a sus amigos a qué hora tenían que estar en casa. Y es que si llegaban tarde, sus padres les iban a regañar. Todos respondieron que tenían que estar a las 21:00 de la noche, pero lo que pasaba es que habían llegado a las 19:30 y así no les iba a dar tiempo a llegar. Luego Martina exclamó enfadada que tenían que ir ya a casa porque si no sus padres la iban a regañar. Pero todos con un aire de calma le contestaron a ella que se relajara ya que les iba a dar tiempo de sobra. Luego ella un poco angustiada aceptó pero todavía no estaba de acuerdo. Después, de camino por el bosque de repente todos vieron una casa muy curiosa, era una cabaña de madera muy pequeña, entonces decidieron entrar y empezar a explorar. Dentro de ella, había lo típico de cualquier cabaña normal, la única diferencia es que la ropa que había en el cuarto era muy pequeña y contenía una “L” bordada en todos los lados de las prendas y los muebles estaban llenos de juguetes. Luego todos exclamaron que la cabaña era de una niña ya que todas las cosas eran pequeñas… Ya eran las 20:30 y ya habían decidido volver hacia el pueblo, lo que pasaba es que iban hablando y no se estaban dando cuenta de que en vez de ir saliendo del bosque se estaban adentrando más y yendo por el camino equivocado… Fue ahí cuando llegaron cerca de un río y se dieron cuenta que así no iban a llegar pronto a su casa. Así que de pronto Martina vio una flecha en la tierra con la inicial de la “L” y entonces les exclamó que a lo mejor esas señales les llevarían al pueblo. A todos les gustó esa idea, así que decidieron ir corriendo por todo el bosque siguiendo las señales que había tanto en los árboles como en la tierra. Finalmente, todos estaban agotados ya que habían estado un largo tiempo corriendo pero todos tenían la esperanza en que les faltase poco aunque fuesen las 20:54. Hasta que por fin…Todos se sorprendieron y gritaron al volver a ver el parque de su pueblo. En ese momento a Carla le encajó todo. Ya que la letra “L” coincide tanto en la ropa que había en la cabaña como la que había en la tierra tallada, en ese momento todos supusieron que quien había hecho eso era una niña que vivía en el pueblo y lo mismo esa cabaña era su zona de descanso donde para volver al pueblo utilizaba siempre las señales que ella había hecho. Aunque no lo supiesen verdaderamente, lo que sí sabían es que esa niña les acababa de salvar la vida. Para terminar, todos los amigos con una voz muy fatigada, ya que estaban agotados, se despidieron y todos volvieron a su casa con una alegría y euforia. Además de aprender que en todas las situaciones, tanto como si son malas como si son buenas, siempre va a ver alguna solución. Sara Hernández Alonso – 1º ESO  

Bienvenidos a mi cluedo

Me levanté a las 7:30 de la mañana pensando en lo que había pasado. Alguien había sido asesinado y nadie quería hablar, excepto yo. Todo el mundo tenía miedo, pero yo quería que el mundo supiera la verdad. Aunque no sabía cómo iba a poder, porque aquí siempre había ruido y era difícil pensar. Unas horas después empecé a investigar, así que lo primero que hice fue ir a ver cómo estaba la víctima. Resultó ser que todavía no se sabía el motivo de la muerte, simplemente estaba ahí, tirada en el centro del suelo. Llevaba puesta una camiseta azul, unos pantalones marrones y una gorra roja. Aunque había algo más:  -Lo hemos identificado, se llamaba Mateo- me dijo el policía. Lo que me pareció raro fue que estaba solo, y eso me hizo pensar en mi primer sospechoso. Después fui a comer a casa y cuando terminé me dirigí a hablar con la hermana de Mateo, Carla. Nos saludamos y le pregunté si últimamente había notado algo raro en Mateo. Me dijo que sí, que los últimos días había estado muy preocupado hablando por el móvil, y que eso era todo. También me dijo que me tenía que contar algo que tenía en la punta de la lengua, pero no se acordaba. Le di las gracias y nos despedimos.  No sé por qué a veces me costaba hablar, pero no me importaba. También me dio la sensación de que no me quería contar todo, pero lo entendí porque suponía que estaría afectada. Pero lo que sí que me preocupó fue que tenía algunas arañas como mascota y le faltaba solo una, eso me hizo pensar en un posible motivo de la muerte.  Salí de allí muy tarde, así que descansé lo que me quedaba de día en mi casa. Al día siguiente por la tarde, ya que estaba muy cansado, fui a hablar con el mejor amigo de Mateo, Luis. Al principio me cerró la puerta sin siquiera preguntarme quién era o qué quería, lo que me pareció un poco extraño y así pensar en otro posible asesino. Luego conseguí que me abriese e incluso me dejó pasar. Fue una conversación un tanto corta, pero ya me lo suponía: -Buenas tardes- nos dijimos. -Eres el mejor amigo de Mateo, ¿verdad?- le pregunté. -¡Así es!- exclamó Luis. -¿Conoces algún hecho relevante que pueda ayudarme en mi investigación sobre el asesinato?- fue lo siguiente que le pregunté. -La información más relevante que conozco es que había estado hablando mucho con una chica por el móvil que se llama Claudia, pero eso ya te lo dijo Carla, aunque creo que no te dijo con quién.- me dijo. -Muchas gracias- le dije yo. -Hasta otro día- nos despedimos.  A continuación fui a ver a Claudia; Luis me dijo que vivía dos casas abajo. Nos saludamos, y le pregunté si era verdad que había estado hablando con él. Me dijo que sí, que había sido porque alguien le había robado un cuchillo y ella estaba convencida de que fue Mateo. Le di las gracias y eso fue lo único que hablamos.  Lo que me contó del cuchillo podría ser otra arma, pero si le hubieran asesinado con uno se habría notado. También podría haber sido para despistar. Me fui a mi casa a dormir, pero no pude porque cada cierto tiempo volvían esos ruidos tan molestos que no me dejaban descansar. Toda la noche imaginándome cosas que en realidad no me había contado nadie. Los ruidos seguían, me parecía que había gente hablando y discutiendo aunque parecía que no querían que nadie se enterase. Después conseguí dormir un rato. La mañana siguiente me despertaron unos señores que me sonaban de algo, pero no sabía muy bien de qué. Lo siguiente que me dijeron me costó creerlo: -Sabemos que últimamente estás muy raro, y no sabemos si te pasa algo- me dijeron. -¿Pero dónde estoy?- pregunté yo. -Estás en el centro psiquiátrico de Canadá- me respondieron. No volví a decir nada más, no me salían las palabras. Me dijeron que parecía que estaba investigando un asesinato, pero que en realidad había sido yo. Que yo robé una araña, que yo había escondido un cuchillo. Lo peor es que no me acordaba de nada, pero creo que por eso mismo estaba metido en un sitio de esos en los que nadie quería estar. No era exactamente así como quería que la gente se enterase, pero ya estaba hecho, ya se sabía la verdad. Julia Moya Turrión – 1ºESO

Mi diario. Tina Turner

24 de marzo de 1950: Diario, hoy ha sido un día muy especial, ya que he ido por primera vez a la iglesia bautista de Nutbush Hill. Mi madre quería que saliéramos de casa y que cambiáramos de ambiente, porque mis padres están pasando por una fase de continuas disputas.  En cuanto a la iglesia, al escuchar por primera vez su música con esas voces tan dulces,  me ha generado mucha alegría y nostalgia. Después de estar un buen rato reflexionando, finalmente he decidido  que de mayor quiero dedicarme al mundo de la música, y no me importa cuanto tiempo me lleve, sino que alcance mis sueños. Por eso he decidido empezar este diario, para escribir mis procesos y recordar cada paso que he realizado para cumplir mis sueños. 15 de julio de 1954: Mi querido diario, no puedo más. Cuanto más tiempo pasa, mis padres discuten más. Además, ayer por la noche, mi madre se escapó de casa y no sé cuando volverá. Espero que arreglen las cosas pronto, porque ahora es cuando necesito más ayuda, con la presión del instituto.  2 de diciembre de 1956: Tras el divorcio de mis padres, y que mi padre se volviera a casar y también se fuera de casa, llevo ya tres meses en la casa de mi abuela. Para alegrarnos el día a mi y a mis hermanos, nos ha llevado al Manhattan Club a escuchar a los Kings of Rhythm. Ha sido impresionante, sobre todo me ha atraído la forma en que cantaba y se expresaba Ike Turner, uno de mis cantantes favoritos. 11 de febrero de 1958: Querido diario, estoy muy nerviosa y contenta. Ya sé que han pasado algunos años pero se me olvidó ponerlo el día que fui al Club. Tras acabar la actuación, me acerqué a Ike y le empecé a contar que yo desde hace tiempo había empezado en el mundo de la música y que él era uno de los artistas que más me inspiraban y me animaban para seguir adelante. Le sugerí que si me podía dar una oportunidad para intentar integrarme cómo uno de sus componentes de la banda y formar parte del grupo, ya que tengo los suficientes conocimientos. Finalmente, después de estos dos últimos años, hoy he recibido una carta, en la que ponía que me aceptaba como una de sus coristas. Ahora mismo estoy super contenta y todavía no acabo de creérmelo. 22 de abril de 1962: Diario, como ya sabrás, tras mi exitosa canción “A full in love”, con la que llegué a la fama, tiempo después, Ike y yo nos enamoramos de una forma intensa y cariñosa. Ike es amable, cariñoso, alto, su pelo brillaba cómo un diamante y es el mejor hombre con el que he estado. Hoy, por fin me ha pedido matrimonio y nos casaremos dentro de siete meses. Estoy ansiosa y emocionada, no puedo esperar más. 8 de septiembre de 1981 Mi querido diario, estos últimos años no he estado muy activa por aquí ni por mi vida profesional. Ya hace diecinueve  años que Ike y yo nos casamos, pero desde ese momento todo fue a peor. Durante los diez primeros años, todo fue bien: salíamos de viaje, disfrutábamos haciendo música juntos, íbamos a los estrenos de muchas películas, tuvimos un hijo… Pero a partir del año 76 todo fue cuesta abajo. Ike perdió el control con su adicción, y siempre lo pagaba conmigo de forma muy brusca y me trataba bastante mal. Ni siquiera puedo pensar en ello. Fue una etapa muy dura, en la que me entró mucha depresión y toda mi carrera se hundió. Pero hoy en día, después de nuestro divorcio, he tenido tiempo de reflexionar y por fin ya me he recuperado del todo. Por ello, David, un mánager mío, me ha ayudado a retomar mi carrera y ahora todo está yendo a mejor. 31 de mayo de 1986 Estoy demasiado contenta y emocionada. Gracias a la colaboración de mi buen amigo Kurt Loder, hemos publicado mi biografía, en la que cuenta cómo viví mi infancia y cómo con mi propio apoyo y mi motivación llegué a estar en lo alto de la fama. 12 de enero de 2016 Diario, hoy ha sido un día bastante duro para mí y para mi familia. Hoy he ido al médico y desgraciadamente me han diagnosticado cáncer intestinal. Cuando me lo han dicho me he quedado petrificada, todavía creyéndome que eso era un sueño, pero no, es la pura realidad. Estoy un poco confusa y asustada pero a mis setenta y siete años, sé que soy una persona muy fuerte y que va a conseguir superar todo esto. Noelia Benito – 2º ESO  

La chica de enfrente

La sensación de angustia que sentía era inexplicable. Las paredes completamente blancas y la luz fría reflejada en ellas creaban un ambiente que me resultaba asfixiante. Parecía como si los muros de aquel pasillo se fueran a desplomar encima de mí, quedando cada vez menos aire entre ellos. Pasamos junto a miles de puertas, o quizá fuesen tan solo decenas, pero cada paso que dábamos veía el final del túnel más lejano. Cuando la mujer que me acompañaba se frenó frente a la puerta, mis pensamientos se dispersaron. Ni siquiera sabía quién era ella. La veía, pero no la miraba. Lo único que me preocupaba en ese momento era lo que me esperaba detrás de esa pieza de madera blanca que me separaba del interior de la sala. Algo me decía que sabía lo que era, o más bien quién era. Al abrirse la puerta, el aire se volvió más denso. Me costaba respirar. No quería estar allí, pero era demasiado tarde. La puerta estaba cerrada y la mujer se había quedado fuera, dejándome sola ante el peligro. Miré por todos lados, pero no vi a quien esperaba, de hecho no vi a nadie, lo que me alivió en cierto modo. Comencé a moverme por la habitación. Era mucho más luminosa e inquietante que el camino hacia ella. Comencé a caminar y a tocar las paredes. Al parecer estaba sola, o eso creía yo. Seguí recorriendo los interminables tabiques. Las preocupaciones comenzaban a difuminarse, aunque no por mucho tiempo. Entonces la vi.  Toda esa paz dio lugar a angustia. Se me aceleró el pulso. Me sudaban las manos. Se me inundaban los ojos y no veía bien. No podía ser, no era ella. Me acerqué para asegurarme, y ahí estaba, delante de mí como hace mucho tiempo. Pude ver cómo me miraba de arriba a abajo como solía hacer, yo hice lo mismo. En cuestión de segundos pude notar la diferencia. Estaba distinta, no la recordaba así. Tenía los ojos hinchados y llenos de lágrimas, al igual que yo. Parecía que llevase días sin dormir, el color morado se acumulaba en sus ojeras. Su rostro estaba muy delgado. Se le marcaban los pómulos y la mandíbula. Estaba muy pálida. En el cuello destacaban todos los tendones y sus clavículas descubiertas parecían estar protegidas solo por una fina capa de piel. Sus brazos largos y delgados asemejaban frágiles ramas de árboles. Estaba escuálida. No entendía cómo podía haber cambiado tanto. Ese brillo en sus ojos que yo recordaba se había desvanecido. Era evidente que no estaba atravesando su mejor momento, y nuestro encuentro estaba siendo incómodo para ambas. Estábamos situadas una frente a la otra, de pie pero con el cuerpo caído, como si nos sujetasen unos hilos con la fuerza justa para no caer al suelo. Perdí la noción del tiempo. No sé si pasaron segundos, minutos u horas, pero se me hizo eterno. Las lágrimas ya corrían por mis mejillas, y cuando fui a secarlas ella lo hizo también. Desde entonces, cuando yo hacía algún movimiento ella lo imitaba con exactitud. Si yo abría la boca, ella también la abría. Si yo movía la cabeza, ella también la movía. Cuando ella extendió su brazo hacia mí, el mío hizo lo mismo sin control alguno y el miedo inundó mi cuerpo. Nuestras manos estuvieron a punto de tocarse, pero algo nos lo impidió. Pude ver cómo movía la boca, y por primera vez tuve control de mi propio cuerpo. Consiguió hablar y se me helaron las venas. “Soy tú”, me dijo. No podía ser, esa no era yo. Comencé a temblar del miedo que sentía. Eso era lo único que podía hacer: temblar. Se me doblaron las piernas y me caí al suelo. Me di en la cabeza, pero eso no importaba, no importaba nada más mientras esa chica estuviera ahí conmigo. La habitación comenzó a girar. Las dichosas paredes daban vueltas y vueltas constantemente alrededor de mí, haciéndome sentir la gravedad cada vez más fuerte, presionándome en el pecho. Me sentía frágil, como si mis huesos fueran a romperse contra las frías baldosas. La opción de ser absorbida por el suelo era tentadora con tal de no volver a verla jamás. Luché por levantar la cabeza y pude verla de nuevo. Ahí seguía, pero estaba tirada en el suelo como un trapo, al igual que yo. Me miraba fijamente, y de repente desapareció.  Al fin pude ser consciente de dónde estaba. Vi a la doctora apartando el espejo y acercándose a mí después. La oí decir algo, pero no era capaz de entenderla. Sus palabras eran lejanas y difusas. Lo único que podía escuchar era la procesión interna que estaba ocurriendo en mi mente. “Soy tú, soy tú, soy tú”. Las palabras retumbaban en mi cabeza como pelotas descontroladas. Mi acompañante, cuya identidad ya conocía, me ayudó y conseguí sentarme. Cuando comencé a sentir mi cuerpo de nuevo y a controlar mis pensamientos, me di cuenta de la realidad. Aunque la chica había desaparecido, siempre estará dentro de mí. Siempre habrá una parte de mí que le pertenezca, y tendré que aprender a convivir con ella. Por mucho que me duela, tengo que aceptar que yo soy ella y ella soy yo.   Victoria Martínez Herrero- 2ºBachillerato