Peseta Street Journal

IN MEMORIAM, Marco

Al recuerdo vuelo con tu sonrisa limpia y verdadera. La mano de ayer hoy no tapa la herida. La vida desatenta que canta el poeta tizna el alma encogida. Te prometo envolver en la memoria esta distancia impuesta. No se cosen bocas preñadas de juventud No se silencia el canto del futuro Vivirás siempre en mi docente existencia Peseta Street Journal

El balance entre la justicia y la compasión

A pesar del avance de la sociedad, el año pasado 883 personas fueron asesinadas por la condena a pena de muerte, un arcaico castigo utilizado para rendir justicia, que sorprendentemente en la actualidad sigue en vigor en numerosos países del mundo. Específicamente, esta sentencia consiste en la ejecución de una persona que, de acuerdo a un juez o un tribunal, es considerada culpable por haber cometido un delito grave. Sin embargo, ¿en serio tenemos el derecho de privar a alguien de su vida incluso aunque haya cometido los crímenes más atroces? y ¿de veras podemos llamar justicia a un sistema que promueve la venganza y la violencia más extrema? Por muy atroz que sea el delito, la muerte no es una forma de justicia. Es más, la pena capital es una condena que contradice los valores fundamentales de derecho a la vida y a la dignidad humana. Es considerada la forma más cruel, atroz y degradante de sentenciar a alguien, no solo por la violación hacia su persona, sino por todo el sufrimiento que genera a esta misma y a sus allegados desde el momento del veredicto. Aparte, la pena de muerte es un acto incoherente e irreversible, puesto que siempre cabe la posibilidad de que haya errores judiciales. Como seres humanos, todos cometemos fallos, y el sistema legal no es una excepción. La pena capital es un castigo injusto, que ha provocado que haya numerosos casos de personas condenadas a muerte erróneamente. Este hecho pone en evidencia la fiabilidad del sistema, por no hablar de la horrible tragedia de arrebatarle la vida a alguien inocente. Por otro lado, la pena de muerte como sentencia no ha demostrado ser un método efectivo de disuasión contra el crimen. Numerosos estudios han confirmado que las tasas de criminalidad no disminuyen significativamente en los países donde se practica la pena capital. En cambio, la inversión en programas de prevención del delito, rehabilitación y reinserción social ofrecen alternativas más efectivas y humanas para disminuir las tasas de criminalidad. La aplicación de la pena de muerte también es un recurso muy discriminatorio. Las personas de color, las minorías étnicas y las de bajos recursos tienen más probabilidades de ser condenadas a muerte que aquellos con privilegios económicos y sociales. Esto refleja una profunda desigualdad en el sistema legal y hace que la confianza en la imparcialidad de la justicia disminuya. Por todo ello, todos merecemos una segunda oportunidad y la posibilidad de seguir adelante, independientemente de nuestros errores pasados. La muerte como castigo definitivo niega esta opción y nos priva por completo de la oportunidad de aprender de nuestros errores y contribuir positivamente a la sociedad. Porque una cosa es rendir justicia y otra muy diferente es atentar contra los derechos humanos. Laura Muñoz Guzmán – 3º ESO

Presente y futuro

En los últimos años se ha desarrollado una tendencia al positivismo. Positivismo ayer, positivismo hoy y positivismo mañana. Vivimos en presente pensando cómo será el futuro, haciendo predicciones sobre dónde viviremos, con quién, cuál será nuestro trabajo, la mascota que tendremos… Perdiendo así la esencia del hoy. Todo el mundo sueña con un futuro bonito, confiando en que siempre será mejor, pero ello es lo que hace que vivamos en presente lleno de quejas y amargura. El futuro no es sinónimo de mejora. Si no díganselo a la madre soltera que tiene tres trabajos a la vez para poder mantener a su hijo. Díganselo al anciano viudo que ha perdido a su mujer después de sesenta años. O mejor díganselo a ese matrimonio que ha perdido a su hijo en un accidente de tráfico. El futuro puede ser o no ser sinónimo de mejora. Cada circunstancia y vivencia personal va marcando un camino y no siempre tiene porqué ser mejor que de donde venimos. Bien es cierto que para muchos, el futuro se ve como algo positivo, algo ansiado. La independencia de irse de casa de tus padres, la satisfacción de tener tu primer sueldo, o el honor de construir una vida con el esfuerzo de uno. Todo suena muy bien, pero todo ello va acompañado de responsabilidades. Crecer implica madurar, en un futuro pagar un alquiler, mantener una familia y muchas veces aguantar un trabajo que ya no es apasionante. El futuro es desconocido, incierto y no por ello siempre será mejor. Lo verdaderamente importante es vivir el día a día, centrarse en el presente y tomar las decisiones adecuadas para aquellos que sigan preocupados por el futuro. La vida debe afrontarse día a día, cuando nos queramos dar cuenta ya no habrá un futuro. Lucía Porras Escalada – 2º Bachillerato

La dictadura de los números

¿Me va a dar la nota? ¿Qué hago si no entro a la carrera? Seguro que si has estudiado bachillerato te has preguntado esto alguna vez. Año tras año las universidades se llenan de candidatos que, tras dos duros años y una exigente prueba llamada selectividad, quieren entrar en las carreras de sus sueños y que, muy posiblemente, definirán el futuro de su vida. Sin embargo, la decisión de las universidades para admitir o no a los alumnos se basa en una categoría, la nota, un método que genera mucho malestar entre los estudiantes y que yo, aunque todavía esté cursando la primera etapa de bachillerato, me encuentro viviendo en primera persona. Es indudable que bachillerato es una de las épocas en la educación de una persona más duras e importantes a la vez. Tanto en la parte académica como en la parte más personal y social, esta etapa presenta una exigencia mucho mayor a otras, algo que genera estrés en los estudiantes y acaba teniendo una repercusión directa en sus resultados académicos. Además, la importancia de esta etapa y el enorme efecto que puede tener en el futuro de los estudiantes, en forma de nota, hace que el bachillerato pueda ser un verdadero calvario para los alumnos. Es verdaderamente impactante que el denominador común de la mayoría del sufrimiento relacionado con la parte académica sea un número, un simple e insignificante número. Los estudiantes se ven afectados por un sistema muy poco efectivo que no es capaz de evaluar las diversas capacidades que poseen. Evidentemente, no hay cosa más simple que evaluar por un número, no hace falta pasar por un proceso subjetivo y el tiempo de decisión es mucho menor, pero habría que replantearse si un esfuerzo extra en la admisión de los alumnos a las universidades públicas merecería la pena, yo estoy convencido de que sí. Desafortunadamente, nos encontramos lejos de un cambio, y este sistema mal gestionado está haciendo que se pierdan grandes profesionales que no pueden practicar su vocación simplemente por no tener la nota suficiente para entrar en sus carreras (a menos que se hayan criado en una cuna de oro, claro). La sociedad necesita a personas capaces de realizar su trabajo correctamente y con una sonrisa en la cara día sí, día también, y una cifra no debería ser la barrera para conseguirlo. Por desgracia, hemos llegado a un punto en el que el ser humano es visto como un número, el cual no es capaz de demostrar las habilidades en las que destaca y se ve obligado a jugarse el futuro en tres días. ¿De verdad voy a ser un peor profesional por tener un par de días malos? ¿En serio? Javier Delgado – 1º Bachillerato

¿Filosofía para todos?

Por los pasillos de bachillerato de cada instituto, pese a la calma y la concentración, se escucha un leve ruido constante, el runrún que solo puede generar la disconformidad. Todo este descontento está producido por los alumnos del bachillerato tecnológico, y gira más precisamente, sobre la asignatura de filosofía. La filosofía según la RAE es “el conjunto de doctrinas que establecen el conocimiento de la realidad y del sentido del obrar humano”. Pero, ¿para qué le sirve esto a un futuro ingeniero o doctor? Como hemos podido entender por su definición oficial, la filosofía es una rama orientada al pensamiento, comúnmente relacionado con la modalidad de las humanidades. Debido a esto, los alumnos de los otros tipos de bachillerato se suelen quejar de que ellos tengan que lidiar con esta asignatura, y sobre todo, por su participación en la media final, mientras que los alumnos que acuden a la modalidad de ciencias sociales tienen un tipo de matemáticas distintas al del resto, supuestamente más fáciles. ¿Es acaso esto justo? El dicho es “quien vale vale y quien no a letras”, pero viendo más allá de las estupideces y razonando, lo normal es que las matemáticas del bachillerato no tecnológico vayan enfocadas de otra manera, por un mero hecho de utilidad para su futuro, que es para lo que nos prepara el bachillerato. Sin embargo, ¿no se podría pensar igual con la filosofía? Para valorar esta pregunta, y atreverse a insinuarla, hay que valorar el hecho de que la filosofía es una asignatura distinta a las demás. Durante la vida de un estudiante, las materias como matemáticas o inglés van subiendo de nivel a la vez que vamos avanzando cursos, pero filosofía no entra en el temario hasta que ya tenemos una avanzada edad. Esto es debido a que es una asignatura compleja, no se puede comenzar desde una temprana edad porque no habría por dónde empezar. El término complejo es una palabra que se puede atribuir a múltiples cosas, pero en este caso, es complejo debido a que hace a las personas razonar. Independientemente de qué quieras ser en el futuro, todas las personas adultas necesitan la capacidad de pensar, y es una cualidad que no te puede aportar ninguna otra asignatura. Por esto, la filosofía es una asignatura imprescindible, ya que no solo nos enseña a razonar, sino que también te desarrolla como persona, haciéndote madurar y ayudándote a crear tu propia forma de reflexionar, lo cual es mucho más útil de lo que se ve a simple vista. Porque, ¿tampoco queremos una sociedad sin pensamiento, verdad? Miguel Cuesta – 1º Bachillerato

Tecnología genética: avances y dilemas éticos en la era de la modificación genética humana

Según un informe reciente, más del 70% de la población mundial está a favor de utilizar la modificación genética en humanos. Este porcentaje genera un gran debate ético dentro de la sociedad que no debería ser ignorado por ninguno de nosotros. Estas tecnologías emergentes pueden ser muy beneficiosas en la prevención y el tratamiento de enfermedades. Es una de las tecnologías más revolucionarias en lo que llevamos de siglo, sin embargo también son de las más polémicas ya que, como ya he dicho antes, para muchas personas supone un dilema ético y moral. Uno de los mayores beneficios que conlleva es que es una gran herramienta en la prevención y el tratamiento de enfermedades hereditarias. Es capaz de corregir un defecto genético revirtiendo o paralizando la progresión de cualquier enfermedad que afecta a los genes. Además mediante la tecnología CRISPR pueden cortar una parte del ADN con la proteína Cas9. Más tarde añaden unos moldes que editan las letras que componen el ADN dependiendo del molde. Con esta tecnología se pueden curar enfermedades como la enfermedad de Huntington y la hemofilia, ya que puede ayudar en su investigación. Las herramientas pueden brindar también la oportunidad de que ciertos pacientes reciban un tratamiento personalizado que se adapte a las características de cada paciente, así como a sus mutaciones genéticas particulares. Además, en el ámbito de la investigación biomédica podemos ver que facilita investigaciones complejas que sin estas herramientas no serían posibles. Aunque estos avances tengan repercusiones positivas en diversos ámbitos, para mucha gente supone un dilema y una preocupación social y ética que no debería ser ignorada. Lo primero que se desconoce son las secuelas que esto puede tener a largo plazo. Algunas veces han generado mutaciones genéticas no deseadas y aún no se sabe si esto puede llegar a afectar a las próximas generaciones. La modificación genética supondría también un problema de desigualdades sociales que repercutiría en el ámbito de la disparidad económica ya que estos tratamientos no están al alcance económico de cualquiera. Por razones como esta mucha gente piensa que estas diferencias en cuanto a los recursos financieros van a generar desigualdades en el ámbito de la salud y el bienestar que mucha gente teme. Otra cosa que da miedo a la sociedad es la eugenesia, que sería la manipulación de la herencia genética al antojo de la gente con finalidad de “mejorar’’ la raza humana. Estas modificaciones van a generar una división dentro de la sociedad entre los que podrán acceder a este tipo de tratamientos y los que no, ya que si tienes los medios para cambiar tu apariencia física y las de las generaciones futuras a tu antojo, habría mucha homogeneidad dentro de la sociedad. Un ejemplo en el que podemos encontrar esa división sería en los campos de concentración de Alemania y de Siria. Allí se utilizaba a los presos para experimentar este tipo de cosas y así poder conseguir que todos las personas sean de raza aria. Este motivo de discriminación se añadiría a la enorme lista de temas que preocupan a la sociedad y que la dividen. Para hacer un buen uso de está tecnología emergente es necesario que cada uno de nosotros seamos conscientes de lo que supondría un mal uso y lo que conllevaría una buena utilización de este recurso. Primero debemos entender que es necesario que para que esta tecnología no sea peligrosa se deben proteger los derechos de cada persona, así como su dignidad y por supuesto explicarle bien en qué consiste el tratamiento y qué efectos secundarios se conoce que podría tener y cuáles se desconocen pero podrían suceder. Es muy importante que el paciente conozca también la discusión abierta que hay sobre las implicaciones éticas, sociales y morales dentro de la sociedad, que a su vez debería tener la formación necesaria para ser conscientes y saber cuáles son los beneficios y los inconvenientes que esto supondría. Aparte de la responsabilidad por parte de los pacientes, considero que es muy importante que los científicos y los médicos se comprometan a priorizar siempre el bienestar humano. También deberían ser capaces de garantizar la utilización responsable de estos recursos. Todo este dilema social da mucho que pensar. Por un lado fue el mayor avance científico en 2015 ya que el CRISPR significó un antes y un después en la medicina genética. Por otro lado presenta un gran dilema moral y ético que corresponde a cada persona pensar en él. En mi opinión, si se diera la educación y la información necesaria para la gente sería posible promover la equidad y no comprometer ningún valor dentro de la sociedad. Por esto, ¿es posible que con la responsabilidad y la formación necesaria se pueda hacer un uso responsable de estas tecnologías emergentes? Yo creo que sí, pero corresponde a cada uno de nosotros decidir si confiamos en que la gente se informe lo suficiente y lo utilice responsablemente. Iria Lorenzo Hernández – 3º ESO