¿Me va a dar la nota? ¿Qué hago si no entro a la carrera? Seguro que si has estudiado bachillerato te has preguntado esto alguna vez. Año tras año las universidades se llenan de candidatos que, tras dos duros años y una exigente prueba llamada selectividad, quieren entrar en las carreras de sus sueños y que, muy posiblemente, definirán el futuro de su vida. Sin embargo, la decisión de las universidades para admitir o no a los alumnos se basa en una categoría, la nota, un método que genera mucho malestar entre los estudiantes y que yo, aunque todavía esté cursando la primera etapa de bachillerato, me encuentro viviendo en primera persona.
Es indudable que bachillerato es una de las épocas en la educación de una persona más duras e importantes a la vez. Tanto en la parte académica como en la parte más personal y social, esta etapa presenta una exigencia mucho mayor a otras, algo que genera estrés en los estudiantes y acaba teniendo una repercusión directa en sus resultados académicos. Además, la importancia de esta etapa y el enorme efecto que puede tener en el futuro de los estudiantes, en forma de nota, hace que el bachillerato pueda ser un verdadero calvario para los alumnos.
Es verdaderamente impactante que el denominador común de la mayoría del sufrimiento relacionado con la parte académica sea un número, un simple e insignificante número. Los estudiantes se ven afectados por un sistema muy poco efectivo que no es capaz de evaluar las diversas capacidades que poseen. Evidentemente, no hay cosa más simple que evaluar por un número, no hace falta pasar por un proceso subjetivo y el tiempo de decisión es mucho menor, pero habría que replantearse si un esfuerzo extra en la admisión de los alumnos a las universidades públicas merecería la pena, yo estoy convencido de que sí.
Desafortunadamente, nos encontramos lejos de un cambio, y este sistema mal gestionado está haciendo que se pierdan grandes profesionales que no pueden practicar su vocación simplemente por no tener la nota suficiente para entrar en sus carreras (a menos que se hayan criado en una cuna de oro, claro). La sociedad necesita a personas capaces de realizar su trabajo correctamente y con una sonrisa en la cara día sí, día también, y una cifra no debería ser la barrera para conseguirlo.
Por desgracia, hemos llegado a un punto en el que el ser humano es visto como un número, el cual no es capaz de demostrar las habilidades en las que destaca y se ve obligado a jugarse el futuro en tres días. ¿De verdad voy a ser un peor profesional por tener un par de días malos? ¿En serio?
Javier Delgado – 1º Bachillerato