En estos momentos estoy corriendo a una velocidad que ni yo imaginaba qué pudiese correr. Por detrás dos figuras altas e imponentes me perseguían con rostros sombríos. Me dirijo hacia la Biblioteca Classense de Ravenna, allí encontraré todas las respuestas qué busco. Miro atrás y me percato de que las figuras están cada vez más cerca de mí. Cinco metros, tres metros…
Tres días antes en el aeropuerto de Roma mi móvil sonó, un número con un prefijo estadounidense que nunca antes había visto. Estuve a punto de no cogerlo pero al final me convencí de que al menos podría escuchar las primeras palabras de la conversación. Cuando contesté, una voz profunda y pausada con un fuerte acento de la costa oeste me saludó.
-¿Es usted Marco Ricci?-
-¿Quién lo pregunta?- respondí desconfiado.
-Mi nombre no importa. Lo que importa es que he encontrado algo…algo que podría cambiarlo todo. Un manuscrito antiguo, olvidado en las bóvedas de una biblioteca, escrito en una lengua que pocos entienden. Creo que usted puede ayudarme a descifrarlo.
Estuve a punto de colgar, sonaba una de esas historias que solo buscan robar tu tiempo o tu dinero. Pero entonces la voz pronuncio un nombre que me dejó helado.
-La biblioteca Classense de Ravenna tiene lo que buscas.-
Ese nombre me resultaba inquietantemente familiar. Sabía que en esa biblioteca se guardaban textos prohibidos, historias antiguas y secretos que nunca tomé en serio… hasta ahora.
-¿Cómo consiguió este número?- pregunté con voz trémula.
Hubo un breve silencio y luego la voz respondió:
-Sabemos más de lo que crees. Ravenna, dos días. No falte.
La llamada se cortó antes de que pudiera reaccionar, y me quedé mirando el móvil sin comprender lo que acababa de ocurrir. Esa misma noche, en una pequeña cafetería cerca del Panteón en Roma, revisaba algunos libros de historia y notas, intentando encontrarle el sentido a la llamada. Fue entonces cuando una figura encapuchada se sentó frente a mí sin decir nada dejando sobre la mesa un sobre de cuero desgastado, sellado con cera roja. Inmediatamente después la figura desapareció en la penumbra.
Con curiosidad y con una creciente sensación de peligro, abrí el sobre y encontré un fragmento de un pergamino antiguo con letras enigmáticas. Estaba escrito en una lengua que nunca había visto y, sorprendentemente, el pergamino parecía irradiar un suave calor. En el borde había una inscripción casi ilegible pero lograba distinguir una palabra: “Classense”. Fue ese fragmento, ese pedazo de misterio en mis manos, el que me condujo hasta Ravenna, como si el pergamino tuviese vida propia.
Y ahora mientras corro hacía la biblioteca con las figuras pisándome los talones, aprieto el fragmento en mi bolsillo. Finalmente alcanzó las grandes puertas y sin detenerme a admirarlas, las empujo con todas mis fuerzas. El aire denso y frío del interior me envuelve, y mis pasos resuenan en la penumbra entre estantes antiguos. No hay nadie, miro a mi alrededor y me percato que hay dos antiquísimos globos terráqueos pero no puedo detenerme. ¿Dónde está la persona que debía esperarme? Las sombras parecen alargarse a mi alrededor, el eco de mi respiración es lo único que escucho mientras trato de detener el ritmo frenético de mi corazón.
Las figuras han entrado también, avanzan despacio como si supieran que ya no tengo escapatoria, que ya nada puede salvarme. Desesperado saco el fragmento del pergamino del bolsillo, preguntándome qué habría pasado si nunca hubiera cogido el teléfono. Examino el fragmento con cuidado y me percato de que las letras se están moviendo por la superficie del papel como intentando decirme algo.
Entonces lo siento, algo detrás de mí. Me doy la vuelta y me encuentro cara a cara con un anciano mirándome con un rostro severo.
-Has venido- dice con una voz profunda- Has traído lo que nunca debiste tocar-
Intento explicarle que yo no quería coger el pergamino, que vino a mí como un imán. Pero en cambio señalo a las figuras y murmuro:
-Ellos lo quieren-
El anciano asiente sin mostrar sorpresa alguna.
-Lo sé. Tú no eres al único al que han perseguido pero si te acercas a esas puertas quizás seas el último.
Miro hacia donde ha señalado y me percato de que hay unas puertas de madera oscura con unos símbolos que parecen brillar débilmente.
-Marco, el pergamino que tienes solo es una parte de la verdad, la clave para entenderlo todo está detrás de esa puerta. Es tu decisión si quieres entrar o no pero si decides pasar ya no habrá marcha atrás- me dice el anciano.
Me he quedado en blanco, no sé si debería entrar. Puede ser qué no regrese o si lo hago puede que esté muy cambiado. No sé qué hacer pero el tiempo apremia. Unos segundos después me decido. Si no entro puede que esta decisión la tenga que hacer otro. Si tú no puedes cargar un peso sobre tus hombros no lo debería cargar otra persona.
-Entraré- le respondo al anciano.
Él me mira con una cara que no soy capaz de interpretar. Inmediatamente después abre una de las dos grandes puertas. En ese momento los grabados del pergamino empiezan a refulgir y me impulsan hacia delante, hacia la sala. Echo un vistazo dentro de la habitación y veo que hay un gran tomo con las páginas descoloridas por el tiempo. Coloco el pergamino dentro del libro y sus caracteres se traducen al italiano. Por fin entiendo lo que quería decir el anciano. Todo lo que creía que era cierto o daba por sentado ya no es lo que parece. Este pergamino explica los grandes misterios a los que la humanidad se ha enfrentado han quedado resueltos ante mis ojos, pero no solo veo eso. Hay una presencia que quiere entrar a lo que todos nosotros, las personas llamamos hogar.
-No- gritó horrorizado.
El anciano me mira con la cara pintada de compresión. Por fin sé lo que planeaba el hombre. Yo no solo soy el que le ha traído el pergamino, sino que también tendré que deshacerme de lo que sea que acecha bajo sus letras. Sé lo que tengo que hacer, es un gran sacrificio pero tiene que valer la pena. Si no…
Doy un grito de rabia y con toda la fuerza de mi mente y de mi voluntad empujo al ser hacia atrás, de vuelta al pergamino. Después de este gran esfuerzo me quedo exhausto y siento cómo me hundo en la oscuridad. Lo último que veo es la cara de aprobación del anciano.
Al día siguiente, los titulares hablan de un incendio inexplicable en la Biblioteca Classense en Rávena. Todo ha quedado reducido a cenizas…excepto un antiguo libro, ileso entre los escombros, abierto en una página amarillenta y fragmentada.
Asia Martín Haro – 2º ESO