Peseta Street Journal

¿Qué es la felicidad? ¿Cómo se alcanza? Parece que no hay respuestas únicas para estas
cuestiones. Y es que la felicidad es un concepto subjetivo.
La felicidad no solo está influenciada por el lugar del mundo en el que vivimos, ni por la
etapa histórica en la que hemos nacido, ni por el momento vital en el que se encuentre una
persona. Sin lugar a dudas, la felicidad también está fuertemente determinada por nuestra
educación, nuestros valores, nuestra forma de pensar y nuestras estrategias personales para
enfrentar las dificultades. Es decir, está influenciada tanto por factores externos que,
posiblemente no podemos controlar, pero sobre todo por factores internos los cuales,
determinarán la manera de interpretar nuestra realidad y marcarán así nuestros estándares de
felicidad.
Al reflexionar sobre la felicidad en el contexto de nuestra actualidad, parece que ser feliz es
una tarea sencilla. Sin embargo, tras realizar una pequeña encuesta sobre felicidad a personas
de mi entorno, y escuchar y observar a unos y otros, concluyo que el concepto de felicidad
varía a lo largo de la vida de una persona.
Observo que a los más pequeños, lo que más felices les hace son cosas bastante simples como
que su madre los mantenga en sus brazos. Cuando los niños crecen, les hace muy felices
compartir tiempo con sus padres, no hay mejor plan que una tarde de juegos juntos. Pero
pasados unos años, algo ocurre en la mente del ser humano, pues el niño mayor empieza a
darle valor a los objetos materiales. Pienso que, en parte, esto sucede, cuando el niño madura
y tiene capacidad para percibir el comportamiento general de su entorno, contagiándose de él,
socializándose en él, olvidando lo innato de la felicidad para reemplazarlo de manera sencilla
por el materialismo. Unos padres que inocentemente calman la rabieta de un niño
comprándole un juguete, contribuyen a dar valor a las cosas materiales como medio para ser
feliz.
Hasta es posible que un adulto joven viva inmerso en este concepto de felicidad: “tener es
sinónimo de ser feliz”. Tener una casa, tener varios coches o tener mucho dinero.
Cuando la capacidad para poseer cosas se convierte en sinónimo de felicidad, producto de un
mundo competitivo, materialista, ruidoso y rápido, donde no hay tiempo para dedicarse a uno
mismo, ni a los demás, cada vez es más difícil sentirse feliz de la manera natural, y se busca
esa manera rápida, con refuerzo inmediato (redes sociales, consumismo, drogas…) olvidando
que este refuerzo es también fugaz y pasajero. Y uno de los problemas de esta felicidad
inmediata, es que con ella nunca se puede llegar a alcanzar la felicidad permanente. Se trata
de una felicidad pasajera y fugaz.
Observo que cuando las personas se hacen mayores, y han recorrido parte del camino de la
vida, cuando han vivido experiencias buenas, malas y regulares, vuelven a ser capaces de
situar el foco en lo verdaderamente importante: en el valor infinito de las cosas no materiales,
situando a la salud, al amor y a la familia como verdaderos ejes de la felicidad.
Si nos situamos fuera de nuestro contexto histórico y viajamos al pasado, estoy segura de
que la felicidad en todas las etapas de la vida se asemejaba bastante a este concepto
anteriormente descrito, donde el foco no estaba en lo material. Imaginémonos en la

Prehistoria. Estoy convencida que las personas eran felices cuando se sentían miembros de un
grupo, cuando conseguían comida para todos y conectaban con la naturaleza pues era el
lugar donde vivían. ¿Y si hacemos otro viaje, ahora en este mismo contexto histórico, pero a
otro lugar del planeta, por ejemplo, un país subdesarrollado? Aquí los niños son felices con
cosas o pequeñas acciones, que para nosotros son cosas del día a día, como cuando tienen
zapatos para caminar, agua que beber o cuando tienen una chapa para jugar en la calle.
Finalmente me gustaría dar mi opinión sobre este controvertido refrán: “el dinero no da la
felicidad”. Yo estoy parcialmente de acuerdo con ello. Es innegable que hoy en día el dinero
es aquello que nos facilita tener acceso a prácticamente todo lo que necesitamos para obtener
un bienestar, pero la cuestión está en que cosas tan importantes como la comida o un techo
bajo el que vivir, deberían llegar a todas las personas en todos los rincones del mundo. Es
decir, sin que tuvieran un valor económico.
Después de esta reflexión, quiero concluir definiendo lo que es, desde mi punto de vista, la
verdadera felicidad:
Es un sentimiento que construimos a lo largo de nuestra vida, y que depende de múltiples
factores. Creo que se puede cultivar y conseguir de manera permanente cuando lo
construimos alrededor de la gratitud hacia las cosas que tenemos y, el amor a los demás,
cuando nos aceptamos tal y como somos, o intentamos mejorar la parte de nosotros que no
nos gusta. Otros aspectos muy valiosos que favorecen este sentimiento son la familia y los
amigos, verlos felices nos hace felices. También creo que es importante saber, que en la vida
no todo son momentos felices, y que la adversidad forma parte de ella, pero que debemos
desarrollar estrategias personales para afrontar las cosas que nos pasen de la mejor manera
posible. Así que, sí, para disfrutar más la felicidad, también necesitamos aceptar y acoger la
tristeza.

Leyre Peinado – 4º ESO D