Tras el quieto silencio: “un llanto”,
un agujero frío, húmedo, yerto…
solitaria arropa con su manto,
la quebrantable lápida: un recuerdo.
Una vida corta, una esperanza
el último aliento en tu cuna desierta
un vacío repleto de añoranza
te marchaste dejando aquella puerta abierta.
Ahora, olvidado, siento tu llamada
brotar de la tierra, voz del pasado,
apuñalando mi pensamiento como espada,
no eres un nombre más que se ha borrado.
A este antiguo sepulcro abandonado
cuyo arbusto que nace impide distraerte,
le dedico estos versos que se han creado
desafiando el olvido de la muerte.
Vera Vilches