El mundo del fútbol, ese deporte que une a tanta gente y une los sueños y la realidad, ha sido testigo de la migración de numerosas «promesas» de un club a otro. Han cambiado a clubes que cuentan con un gran grifo de dinero, echando a perder su gran proyección futbolística. Pueden estar buscando nuevos retos, desafíos deportivos, cambiar de aires o, simplemente, buscan una mejora salarial. Esta última razón ha sido la que ha generado un gran debate en la comunidad futbolística: ¿es entendible que un jugador llegue a abandonar su equipo simplemente por unos ceros más en su cuenta?
Todos reconocemos el fútbol como un negocio. Muchos clubes cuentan con increíbles ojeadores de talentos que encuentran jóvenes promesas en las que invertir una gran suma de dinero, y es entendible que estos clubes que se han gastado tanto, quieran obtener un retorno de esa inversión. Sin embargo, cuando lo único importante en un traspaso es el dinero, nos llegamos a plantear si se está poniendo en peligro la integridad de este bonito deporte.
Uno de los principales problemas que conducen a estas decisiones es la falta de lealtad que estos jugadores tienen hacia su club o su gente. Los aficionados se sienten identificados con sus clubes no solo por los colores que visten, o porque sea el equipo de su ciudad, sino también por los jugadores que defienden esos colores en el campo. Cuando estos jugadores abandonan su club sin ningún tipo de consideración por los fieles seguidores que los han apoyado se crea un vacío emocional que puede ser muy complicado de llenar. Al final, esos sueños que les quedaban por cumplir se echan a perder simplemente por esos salarios astronómicos que les nublan la cabeza. Estos traspasos además perjudican tanto al propio club como al futbolista porque como todos sabemos, cuando se juega por dinero y no por amor al club, rendimos menos y encima, aparece esa falta de compromiso.
Existen casos relacionados con lo mencionado anteriormente de jóvenes con un gran potencial que, debido a su inmadurez y el ansia de conseguir el mayor dinero posible, acaban echando a perder su carrera futbolística. Encontramos jugadores en Arabia como Gabri Veiga, un joven de 21 años, que se fue del club de su vida, el Celta de Vigo, al Al-Ahli Saudí, algo duramente criticado por Toni Kroos, jugador del Real Madrid. También encontramos el caso de Julián Draxler, campeón de un mundial con Alemania. Este jugador se sinceró en una entrevista en LinkedIn diciendo «mentiría si no dijera que el dinero fue crucial para irme a Qatar». Pese a estos ejemplos, no sería justo decir que todos ellos dejan de lado a su club por dinero. Afortunadamente, sigue habiendo jugadores fieles.
Veo esencial la ayuda de organizaciones como UEFA, FIFA, federaciones nacionales… Pero, ¿cómo nos van a poder ayudar aquellos que se llevaron el mundial a Qatar o la Supercopa de España a Arabia? Al final, por todo esto, la verdadera esencia del fútbol se está echando a perder.
Javier Álvarez Magallares – 2ºBTO