Peseta Street Journal

Para las personas de mi generación o incluso las anteriores, los videojuegos han sido parte de la vida de todos, de algunos más que de otros. Aún recuerdo a mi «yo» de siete u ocho años, cuando ansioso esperaba llegar a casa del colegio, solo para encender mi PlayStation 3 y sumergirme en lo que para mí siempre han sido obras que me han enriquecido hasta hoy. Sin ir más lejos, aquellas tardes de vicio las pasaba disfrutando de historias magníficas, mecánicas de juego innovadoras y experiencias que parecen a años luz de ser lo que son ahora. Hoy considero que esta industria se ha prostituido hasta lo ridículo y que su esencia ya no radica en la calidad.

Para empezar, hoy en día parece que los videojuegos tardan una eternidad en salir al mercado, y esto es por culpa de aquellos que demandan mejores gráficos y sobre todo bazofia mainstream que se repite hasta en la sopa durante los últimos años. Las desarrolladoras por lo tanto se gastan una fortuna y tiempo en productos más realistas pero terriblemente vacíos.

Siguiendo con estos, puedo aclarar que si antes la gente disfrutaba tanto de estos productos de antaño, era porque se hacían con cariño, se esforzaban en innovar la jugabilidad y sobre todo, en transmitir mensajes a través de su historia o por ejemplo, lo difíciles que eran. Ahora las desarrolladoras parecen haber olvidado eso, lanzan al mercado el mismo juego todos los años y «como si Juan y Manuela»… Esto demuestra que no tienen cariño ninguno a los consumidores.

La verdad es que el hecho de que todos estos juegos, que han sido tan valiosos e importantes para mí, hayan acabado siendo víctimas del consumismo me llena de pena y cierta incertidumbre con respecto al futuro de la industria; a su vez, también me provoca nostalgia, pues ahora solo juego a obras anteriores a 2010.

Diego Cortina – 2º Bachillerato