1065 d.C.
Abatido en mi habitación me hallo, ante la triste noticia de la muerte de mi padre. Pero a la vez, me siento afortunado porque el rey Sancho II deposita toda su confianza en mí, y no en vano me acaba de nombrar Alférez real. No pienso defraudarlo.
1066 d.C.
Todavía cansado tras la dura batalla, que casi me lleva a la muerte. Con un rival que muy duro fue, Jimeno Garcés de Navarra, que fue derrotado gracias a la punta de mi espada Tizona. Desde ese entonces, campeador la gente me llamaba.
1068 d.C.
De la mano de mi rey Sancho II de Castilla, ofrecemos esta victoria a Dios, que tanto nos ha ayudado y acompañado en esta batalla. Al fin hemos conseguido derrotar a Alfonso VI de León.
1072 d.C.
Mi rey y amigo Sancho II de Castilla ha dejado estas tierras, mas yo juro honrar su memoria continuando su legado. Recibido he una carta de Alfonso VI, nuevo rey de Castilla y León. Mi presencia requiere, y no sé si es una trampa, pero como no soy un cobarde acudiré.
Julio de 1074 d.C.
Jubiloso me siento al desposar a mi amada Jimena, tengo que agradecer a mi nuevo rey Alfonso VI, por entregarme a su fermosa sobrina, la bella dama. Temeroso acudí a la cita con el rey, mas el mejor regalo me fue concedido ese día.
Invierno de 1081 d.C.
A mi nuevo rey Alfonso VI no le ha gustado mucho mi andadura en tierras toledanas. Mi propósito siempre servir a mi patria fue, mas un castigo recibí por mi osadía. Desprovisto de todo, abatido y afligido, abandono Castilla y trataré de recuperar el honor perdido. Pongo mi confianza en Dios.
1082-1084 d.C.
Varias semanas de intensa lucha llevamos Al-Muqtadir, rey de Zaragoza y yo. Muchos hombres hemos perdido, pero nuestro espíritu es fuerte y nunca nos rendiremos. Acepto con honor el nombre de‘‘Cid” con el que mis hermanos musulmanes me llaman. Todo lo que tuve la valentía de facer, fue por este pueblo tan amado al que considero mi patria. Soy el Cid campeador, orgulloso caballero, y lucharé hasta mi muerte hasta conseguir justicia.
1086 d.C.
Hoy me lleno de alegría al pensar que antes de que caiga el sol, volveré a pisar tierras castellanas. Mi destierro llega a su fin, después de que el rey Alfonso VI me tendiera su mano tras la derrota contra los almorávides. Estoy a sus pies y le seré fiel en su nueva andadura.
1088 d.C.
Valencia, te defenderé hasta derramar mi última gota de sangre, no dejaré que Al-Mundir y Berenguer Ramón II crucen estas murallas para arrebatarnos este lugar. ¡Vamos Babieca, nunca nos detendrán!
1089 d.C.
Obligado me veo de nuevo a abandonar mi querida tierra de Castilla. Su majestad el rey ya no confía en mí. Mi corazón roto está, pero mi honor es mi prioridad. Debo emprender mi viaje con la esperanza de regresar algún día.
Al-Qadir reclama mi protección, y como soy un hombre fiel a mis promesas, presentaré mis respetos ante él. Mi destino me lleva allá donde más me necesitan.
Julio de 1093-17 de junio de 1094 d.C.
Mi querida Valencia, no fue fácil recuperarte de aquellos que quisieron destruirte. El orden y la justicia al fin se impusieron. Con la ayuda de Dios, los valencianos que han rendido a mis pies, y mientras tenga fuerza y gallardía, no dejaré que nos arrebaten la paz que hemos conseguido.
10 de julio de 1099 d.C.
Herido de muerte me encuentro, y no se si podré concluir este diario. Amada Jimena, mi fiel compañera, mi apoyo en la batalla. Sé que no dejarás que mi legado se pierda, y solo te pido que continúes lo que yo empecé cuando deje este mundo, la muerte me acecha, lo presiento.
Ángel González Teruel 2º ESO