El lenguaje es un arma capaz de asesinar mentes y jugar cruelmente con su cadáver. La contraposición que presenta es la maestría de su empuñadura, que si no se posee, la herramienta resulta tan inútil que incluso puede apuñalar a su criminal por la espalda sin que este lo vea venir.
Pero también existe otra peculiaridad. Es el único arma que mata sola y exclusivamente si la víctima lo permite. Puedes condenar al autor por el delito, siempre y cuando recuerdes en todo momento que el acto es injusto. Castigar un texto con razón de su ilegalidad es completamente comprensible, pero hacerlo por su inmoralidad no es menos inmoral en sí mismo. ¿Requiere acaso la libertad de expresión de menos protección que la integridad emocional? Algunos podrían incluso comparar la “modificación de textos históricos” con una censura en retrospectiva. Pensando en profundidad, es difícil dirimir la diferencia entre eliminar elementos por la sensibilidad de la figura de un dictador y hacerlo por la de una serie de personas que se sienten representadas y atacadas en un libro escrito antes de que su existencia estuviera siquiera planteada.
Una opción menos radical, además de resultar incluso admirable dado el panorama actual es, como han hecho los directivos de la plataforma de streaming Disney+, mostrar un aviso de que la obra siguiente no está adaptada a las morales actuales y se debe tener en cuenta el contexto histórico de la época, lo que hizo que el autor tuviera expresiones de adquisición cultural que ahora pueden parecer inapropiadas, cuando menos. Me sigue pareciendo absurdo, pero al menos sé reconocer que esta opinión sí es personal. No me molestaría en absoluto que se actuara de esta manera. Al fin y al cabo, ya me he acostumbrado a que ante la estupidez de las masas el castigo lo reciban agentes externos, y frecuentemente inertes.
José Moreno – 2ºBACH