Un Toyota Corolla de los 80 protagoniza la escena, y puede que sea la mejor escrita hasta el momento. En un viaje que recuerda al esplendor de Las Vegas con tonos tanto psicodélicos como clásicos, los Arctic Monkeys toman las riendas para mostrarnos el resultado de su séptimo álbum de estudio: infinitas referencias, tonos que huyen de sus orígenes y baladas de angustia… Pero echemos el freno, que es preferible saborear el mundial a ganarlo tan rápido como Verstappen.
The Car se anunció el 24 de agosto, para sorpresa de unos e incluso decepción de otros. Tras títulos tan icónicos como Favorite worst nightmare, o la extravagancia de Tranquility Base, los fans se encontraron ante una incógnita que les resultaba imposible resolver. ¿Un coche? ¿Y ya?. Resulta lógico, visto ahora, que nos habíamos olvidado de la magia que eran capaces de hacer estos cuatro con un teclado… y una bola de discoteca.
La voz cálida de Alex con el sorprendente sonido del bajo (que suele mimetizarse entre los riffs de la guitarra) crean un ambiente retro, vintage, pero a su vez paradójicamente moderno. Body Paint recuerda a ese hotel en el espacio que se nos presentó en el disco anterior, y parece decirnos: ¿todo aquello que conocéis? olvidadlo. Esta música, además, huye del rock creado durante su época de mayor esplendor en AM. Los Arctic Monkeys demuestran que la reinvención, a menudo, no desemboca en fracaso, sino que conduce al auge creativo absoluto.
Es curioso el viaje rural que evoca Hello you, y cómo a través de todo el disco Alex imita a Jay Gatsby cantándole a su Daisy. Detrás de todo el lujo, los coches y las bolas de discoteca, se alberga un aire algo tétrico y nostálgico. Su ápice lo consiguen con Sculptures of Anything Goes, remontándose hasta el odio pasional de Heathcliff en Cumbres Borrascosas.
Tras la introducción del funk, la bossa nova y el glam rock, pisan el acelerador para acabar la carrera al máximo, y nos regalan Perfect Sense. Todo el disco forma un círculo perfecto en el que la línea entre el principio y el final resulta un margen borroso. Existe tal coherencia musical en The Car, que nos transporta incluso hasta Whatever People Say I Am That’s What I’m Not, y a sus orígenes.
Puede que ya no canten sobre “verse bien en la pista de baile” ni sobre habitaciones de hotel misteriosas con el número 505 en la puerta, pero mantienen esa esencia creativa que les hace tan ellos.
Caridad Martín. 2º Bachillerato