Peseta Street Journal

El machismo, definido por la RAE como la actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres, siempre ha estado presente en la sociedad. El mundo del deporte también ha sufrido esto, y es que desde siempre la mujer en el deporte ha estado en segundo plano. De hecho, una mujer deportista es más juzgada por su físico que por sus capacidades.

Los medios de comunicación se hacen eco de este machismo, dedicando un espacio a la vida privada de Cristiano Ronaldo y compañía, llamado «noticias deportivas», mientras que si queremos saber algo de la selección femenina debemos investigar por nuestra cuenta.

Y como en muchos empleos, la mujer deportista gana mucho menos que el hombre. Por poner un ejemplo, Carolina Marín, jugadora profesional de bádminton, participó a principios de 2017 en un campeonato, donde el primer premio era de unos 410.000 euros para el equipo ganador, de los cuales la deportista no se llevaría más que una pequeña parte. Esta cantidad es insignificante si la comparamos con los ingresos de un futbolista. El sueldo anual de Fernando Torres es de 3,5 millones de euros (sin contar publicidad o derechos de imagen), independientemente de si consigue algún título o no.

Este machismo también se ve reflejado en el lenguaje. Es habitual escuchar expresiones machistas, como «luchar como un hombre», y también lo vemos en los motes de los deportistas: Gemma Mengual es «La sirena de Barcelona», y Cristiano Ronaldo es «El bicho». ¿Dónde está el fallo? En que ella tiene que ser sensual y atractiva, y él tiene que ser un buen jugador.

Lo que es una vergüenza es que la selección española gane una medalla de plata en gimnasia rítmica, y mientras, un programa especializado en deportes gasta el 90% de su tiempo en hablar de fútbol (aunque no haya liga), y ni siquiera mencionen la medalla. No sabemos que ha habido campeonato de bádminton si no ha ganado Carolina Marín el oro, pero dentro de dos días juega el Real Madrid un partido amistoso y se para el mundo. No sabemos el nombre de la portera de la selección española de fútbol, pero conocemos la alineación del Manchester United, que ni siquiera es de España.

Luego está el tema de la imagen, que vende más que el contenido. La mujer aparece muy sexualizada en el deporte. La contraportada del AS siempre incluye una mujer en bikini, que cumple con los ideales de belleza establecidos arbitrariamente por la sociedad. Es prácticamente imposible encontrar a una deportista que no sea juzgada por su físico y comparada con los ideales de belleza, sin embargo, parece que nos acostumbramos enseguida a ver hombres «no perfectos» en el deporte, creándoles una imagen idealizada que nada tiene que ver con la realidad. Pero todo esto es subjetivo, y la imagen debería ser lo de menos. Algo relacionado con este tema ocurrió hace poco con la marca de ropa deportiva Adidas, quien utilizó una modelo para lucir la camiseta de la selección colombiana dejando totalmente fuera a las jugadoras. Sin embargo, la equipación masculina la presentaba James Rodríguez, jugador de esa selección. El problema sigue siendo el mismo.

Carolina Marín dijo recientemente en una entrevista que en Asia ella es tan popular como Messi o Ronaldo en Europa. Para empezar, es triste que haya tenido que recurrir a compararse con futbolistas para que podamos entender su fama, y también es muy triste que en España, su país de origen, no sea reconocida como se merece.

La sociedad nos introduce el machismo en la cabeza desde que somos pequeños. El deporte es de niños, y las muñecas de niñas. Para un chico, el fútbol, y para una chica, el baile. Si eres un chico y bailas, o si eres una chica y juegas al fútbol, puedes ser duramente criticado. Salirse de los roles de género no te hace ser mejor o peor. Pero claro, la sociedad no lo ve así, solo nos mete en la cabeza estas ideas retrógradas que tendremos que sacarnos por nosotros mismos en un futuro. Yo he convivido con chicos que bailan, chicas que juegan al fútbol, y son personas fabulosas, que no siguen las reglas establecidas por la sociedad. Gracias a esta gente, aprendemos a respetar a quien es diferente. El deporte une, pero el machismo separa. Deporte y machismo son incompatibles

Es triste que a día de hoy se siga pensando que las mujeres en el deporte valen menos que los hombres. Si a un joven futbolero le preguntas quién es su ídolo, seguramente dirá que Ronaldo, Messi, Torres, Ramos… Pero nunca dirá que lo es Mari Paz Villas o Lola Gallardo. Hace unos años, se volvió viral el vídeo de una mujer infiltrada en un partido de hombres, que llevó a su equipo a la victoria. Por desgracia, esto pasó sin pena ni gloria y se quedó en una anécdota, y en el día a día seguimos, y seguiremos, viendo machismo en el deporte.

En los Juegos Olímpicos de 2016, la participación femenina fue de más del 50% respecto al total. Pero de lo que vimos televisado, solo el 20% eran pruebas femeninas. Sin contar las disciplinas exclusivamente femeninas, los «deportes de mujeres»: natación sincronizada o gimnasia rítmica. No es difícil escuchar comentarios machistas (a veces procedentes de mujeres) que justifican esto diciendo que las mujeres son más débiles, por lo que hacen deportes que «no suponen un esfuerzo físico».

Para empezar, la gimnasia rítmica o la natación sincronizada son deportes tan dignos como el fútbol o el boxeo (tradicionalmente masculinos), para los que hace falta mucho esfuerzo físico. Pero dejando esto de lado, la fuerza no viene determinada por el cromosoma Y (que es lo que diferencia a un hombre biológico de una mujer biológica), depende de más de factores externos que internos, por lo que decir que el sexo femenino es más débil es completamente absurdo. Las mujeres pueden ser fuertes y los hombres pueden expresar belleza. La fuerza no está determinada por los cromosomas, las hormonas o los genitales, por lo que una mujer puede hacer lo mismo que un hombre, dejando de lado que ser hombre o mujer no depende del sexo biológico, sino del género, definido por nosotros y nuestros sentimientos.

No hay nada que haga que un sexo sea superior o inferior en ningún ámbito, y eso incluye al deporte. La separación, por tanto, entre hombres y mujeres en las competiciones es absurda; de hecho, ya hay municipios que luchan por establecer competiciones mixtas poco a poco. Además, cada día hay más mujeres que poseen altos cargos en entidades deportivas, además de en otros ámbitos.

En resumen, hombres y mujeres tienen la misma capacidad natural para hacer deporte. El sexo débil no existe, y si queremos que la sociedad cambie hay que empezar desde abajo, por la educación, y enseñarle a las nuevas generaciones que somos iguales. No clasificarnos por sexos ni presuponer que los hombres tienen más capacidades para realizar un deporte. Si a la hora de educar a las nuevas generaciones, la sociedad transmite pensamientos machistas, la mujer seguirá siendo considerada como inferior. Si, sin embargo, usamos el respeto y la igualdad, la sociedad acabará tratando a hombres y mujeres por igual, ya que, en el fondo, somos nosotros quienes formamos la sociedad. Si queremos igualdad, el deporte y la educación es un buen comienzo.