Hace 50 años, los Beatles daban su último concierto sobre la azotea de Savile Road entre los llantos de miles de fans, que sabían que no volverían a ver a los cuatro juntos sobre un escenario. A día de hoy, es probable que más de la mitad de los jóvenes se queden perplejos y no sepan responder a la simple pregunta: ¿quién es George Harrison?. Es inevitable que los tiempos cambien, pero resulta inaudito que la sociedad se esté inclinando hacia la ignorancia absoluta.
La gran mayoría de los medios masivos consumidos en España provienen de Estados Unidos. Este peso cultural está cambiando la mentalidad española radicalmente hacia el modelo estadounidense, algo realmente peligroso, teniendo en cuenta que se trata de una influencia enormemente empobrecedora. Además, a quienes más afecta este déficit cultural
es a los jóvenes, un detrimento que está dañando, a su vez, el ámbito educativo. Las expectativas que tienen sobre ellos mismos son menores al alcance de su rendimiento, y como no confían en sus capacidades para dar más de sí, frenan el sistema entero.
No obstante, los yankees no son responsables de todas estas penurias. Existe un segundo fenómeno que lleva afectando a nivel global desde hace más de una década: el auge tecnológico. Por mucho que duela, se está cumpliendo aquello de que las pantallas, y el agujero negro que es internet, fríen el cerebro. Disponer de entretenimiento infinito – generalmente de pésima calidad -, las veinticuatro horas del día, es incluso más apetecible
que empacharse de caramelos para las nuevas generaciones. ¿Pero quién les culpa?. Al fin y al cabo, tener acceso a información ilimitada les aporta la – equivocada – certeza de que poseen un conocimiento absoluto del mundo.
La solución sugerida por el Gobierno para hacer frente a la situación, que ha polarizado a la población española, es el bono joven cultural. La propuesta, aún sabiendo que el problema no recae sólo en las generaciones más jóvenes, apuesta por que esté en su mano cambiarlo. Invertir dinero en cultura es quizás lo que más necesita la sociedad, sobre todo considerando que casi nadie estaría dispuesto a invertirlo de su propio bolsillo. Y para aquellos que se oponen a la medida afirmando que es un mal uso de recursos del Estado,
por lo menos sus hijos tendrán la posibilidad de descubrir a The Police, o no se preguntarán si Hamlet es una marca de jamón ibérico.
Brontë. 2º Bachillerato